Los problemas sociales y económicos que continúan agobiando Venezuela son el resultado de la continuación del capitalismo. Los discursos de Chávez y la propaganda apoyando al ‘socialismo en el siglo XXI’ no son lo mismo que un programa para lograrlo.
Los altos niveles de pobreza, junto con un crecimiento de la corrupción y la burocracia en el gobierno y las direcciones de los sindicatos y de las organizaciones sociales y comunitarias, han exacerbado la frustración, la rabia y la desilusión entre capas crecientes de trabajadores y pobres, especialmente en áreas urbanas. Esto y el fracaso de la revolución en avanzar han dado lugar a un cierto punto muerto en la situación. Posiblemente la decepción es menor en las áreas rurales que se han beneficiado más de muchas de las reformas, pero se siente ampliamente en las ciudades.
Esto es el producto de la incapacidad de romper decisivamente con el capitalismo y establecer un gobierno de trabajadores y campesinos basado en una economía socialista, democráticamente planificada. Muchos sintieron claramente que podían mostrar su frustración no votando ya que no había una amenaza inmediata de la contrarrevolución. Sin embargo, si no se rompe este punto muerto las fuerzas contrarrevolucionarias crecerán y eventualmente amenazarán con derrocar a Chávez.
Chávez y su régimen ahora enfrentan peligros adicionales. Aunque el programa de reformas ha sido financiado fundamentalmente mediante el precio en laza del petróleo, esto puede cambiar con el inicio de una crisis en la economía mundial. Esta puede desencadenar una caída en los ingresos del petróleo y resultar en una marcha atrás de las reformas.
Entre 1947-79, el régimen populista nacionalista de centro-izquierda de Carlos Andrés Pérez introdujo algunas reformas sociales significativas que fueron pagadas con la subida del precio del petróleo. Para 1979, el petróleo había alcanzado US$ 80 por barril. No obstante estas reformas fueron barridas en los años 80 cuando una crisis económica de gran proporción golpeó Venezuela a continuación de una brusca caída del precio del petróleo a US$ 38 por barril. Los que vivían bajo la línea de pobreza se dispararon de 17% a 65% en 1996. Esta es una advertencia para Chávez y la clase trabajadora si el capitalismo no es reemplazado por una economía socialista, planificada democráticamente.
Lamentablemente, algunos en la izquierda socialista han considerado estas advertencias como ‘nimiedades’ y ‘sectarismo’. Solamente ahora, cuando se han enfrentado con el revés en el referéndum, se han despertado tardíamente a los peligros y se han hecho eco de las advertencias. Esto es reflejado por
Sin embargo, el grupo venezolano de
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